¡Deliciosa lluvia! El agua se desborda. Golpea las ventanas del techo. Los rayos toman fotografía tras fotografía de un valle inmerso en una blanca espuma de capuccino. Los tambores redoblan. La intensidad de la lluvia sube y baja controlada desde la sala de producción. Es un show increíble. Todo en perfecta sincronización. Las luces se van atenuando y la espuma blanca se convierte en un lila oceánico. Algunas luciérnagas artificiales se encienden en medio del oleaje. La música de las gotas que no dejan de caer son comparables a nada más que a ellas mismas en su acto de lluvia andina. De repente se apagan las luces. Quedan sólo las luciernagas quietitas en su asiento, un paparazzi que quiere robarle una foto a doña Pacha Mama, y un tambor malgenio que quiere llamar la atención. Califico la obra de espectacular y recomiendo a aquellos aficionados a las producciones terrestres, como yo, que tomen asiento y disfruten tranquilos, porque este show es gratis.
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